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Por Mónica Ango (Community manager, Nigeria)
Mónica P Ango, una Embajadora del Observatorio Mundial de las Mujeres (WWO), está profundamente preocupada por el caso de Ana (nombre ficticio para preservar su intimidad), una joven nigeriana guapa y brillante. Ana creció con su madre y su padrastro, que se casó con su madre cuando ella tenía sólo tres años. Al principio, el padrastro era amable y cariñoso, atendía las necesidades de Ana y la colmaba de afecto, lo que hizo que ella lo quisiera como a su padre biológico.
Sin embargo, cuando Ana cumplió doce años, el afecto del padrastro se convirtió en abuso, violando su inocencia y confianza. La manipuló para que guardara silencio amenazándola de muerte si revelaba la verdad. A medida que continuaban los abusos, Ana se volvió retraída y depresiva, y la relación con su madre se deterioró, mientras el padrastro mantenía una fachada de normalidad.
La situación se agravó cuando Ana se quedó embarazada. Obligada a revelar la verdad, su mundo se puso patas arriba. El padrastro, sin remordimientos, reclamó la paternidad, alegando la incapacidad de su mujer para tener un hijo. El caso está ahora en manos del Ministerio de Asuntos Humanos y Desarrollo Social.
Ana y su madre se someten a terapia psicológica para superar el trauma. Mientras tanto, la comunidad presiona al padrastro para que realice un ritual de limpieza para reclamar al niño. Esta inquietante demanda pone de relieve los arraigados problemas culturales y sociales que rodean a los abusos sexuales.
La historia de Ana sirve como desgarrador recordatorio de las devastadoras consecuencias de los abusos sexuales y de la urgente necesidad de medidas de defensa, apoyo y cambio cultural.
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