Cómo un programa de crianza positiva está capacitando a 22 campeonas para transformar 180 familias
- observatorioumofc
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Por Elisabeth Ngami - Kenia
Community Manager y Embajadora del WWO
En el corazón del condado de Embu, donde el ritmo de la vida rural late en las granjas y las familias, un movimiento transformador está ganando impulso silenciosamente. Como cortesía del Observatorio Mundial de las Mujeres de la UMOFC y en colaboración con la Conferencia Episcopal de Kenia (KCCB) – Oficina Nacional de Vida Familiar, del Ministerio de Trabajo y Protección Social (Dirección General de Protección Social, Dirección de Desarrollo Social), de la Fundación Lumos y la Catholic Women Association (CWA) de la Diócesis Católica de Embu, el Programa Nacional de Crianza Positiva ha puesto en marcha una formación para facilitadoras que es tan oportuna como pionera.
Esta iniciativa, acogida en el Centro CWA de Santa María en Kiaragana, Runyenjes, ha tratado de responder a una crisis que afecta no solo a los niños, sino a todo el tejido social de las familias kenianas. La formación ha dotado a 22 participantes comprometidas, ahora defensoras de la crianza positiva, de herramientas para fomentar el amor, la disciplina con dignidad y construir hogares libres de violencia. Su misión: llegar a 180 padres de toda la diócesis y restaurar la fortaleza familiar como base para un cambio social duradero.
El condado de Embu, predominantemente agrícola, se enfrenta a una serie de retos interrelacionados: pobreza, abuso de sustancias (especialmente el muguka, una bebida barata y potente), estructuras familiares cambiantes, absentismo parental y un creciente sentimiento de desilusión entre los jóvenes. La Encuesta Nacional sobre la Violencia contra los Niños (VACS) de 2019 ofrece un panorama desolador: el 45,9 % de las niñas y el 56,1 % de los niños de Kenia han sufrido algún tipo de violencia durante la infancia. Estas cifras son más que estadísticas, son historias de sufrimiento silencioso, de confianza rota y de futuros en peligro.
En la formación de las facilitadoras, el ambiente era urgente y crudo. Las participantes compartieron experiencias de embarazos adolescentes, adicción a las drogas, problemas de salud mental cada vez mayores e incluso cinco casos de suicidio solo en mayo de 2025 en la circunscripción de Manyatta. Una voz capturó el sentimiento colectivo: «Educamos a nuestros hijos con esperanza, pero vuelven a nosotros irresponsables y rotos». Detrás de este lamento había un llamamiento a la sanación: para las familias, para los jóvenes y para la comunidad en general.
El enfoque de crianza positiva promovido durante la formación se aleja del autoritarismo y se orienta hacia una educación basada en las relaciones y los valores. Se instó a los participantes a ver a cada niño como un jardín «mtoto wa kuzaliwa ni kama shamba ambayo haina kitu», un terreno virgen donde hay que sembrar amor, valores y orientación. Este modelo de crianza va más allá de la satisfacción de las necesidades básicas; exige la voluntad de estar presente, respeto mutuo y un modelo moral claro tanto por parte de las madres como de los padres.
Sin embargo, en muchos hogares de la diócesis de Embu, la ausencia de los padres se ha convertido en una fuente de desequilibrio sistémico. Las abuelas, las madres solteras o incluso los hermanos mayores cargan con el peso de la crianza de los niños, con herramientas limitadas y un estrés cada vez mayor. La formación hizo un llamamiento a la recuperación de la paternidad, enmarcando la participación de los hombres en la crianza de los hijos no solo como algo ideal, sino como algo esencial.
El papel de las mujeres en este viaje es fundamental, no solo por sus cuidados, sino como defensoras fortalecidas, dotadas de habilidades parentales y plataformas para hacer frente a la violencia de género (VG). Al involucrar a las mujeres como facilitadoras capacitadas y protectoras de primera línea de los derechos de los niños, el proyecto contribuye directamente a su empoderamiento, amplificando sus voces en la vida familiar, la iglesia y el desarrollo comunitario.
El impacto de la formación se extendió más allá de las habilidades parentales para abarcar el fortalecimiento familiar, la salud mental y el apoyo psicosocial, la prevención de la separación entre niños y familias, la promoción de cuidados alternativos y la construcción de comunidades resilientes. Estos temas resonaron profundamente entre las facilitadoras, muchas de las cuales están ahora sentando las bases para la implementación localizada en sus parroquias y comunidades.
En la ceremonia de graduación, el obispo de la diócesis de Embu, el reverendo Peter Kimani, reafirmó el propósito más profundo del proyecto. Recordó a los participantes que todos los niños merecen afirmación, no condena, y que la sociedad debe «dejar de etiquetar a los niños por sus errores y empezar a reafirmarles con valores y esperanza». En sus comentarios, hizo hincapié en la tutoría, la paternidad responsable y el liderazgo moral, valores fundamentales de la misión de la Comisión Apostólica para la Juventud de la Iglesia Católica, de la que es vicepresidente.
Lo que comenzó como una formación de cinco días se ha convertido ahora en un movimiento con efectos que van más allá de sus raíces rurales. Facilitadoras capacitadas . Padres reincorporados. 180 familias beneficiarias. Una comunidad que vuelve a tomar conciencia de que si se fortalecen las familias, se protege a los niños.
Y como nos recuerda Proverbios 18:21: «La lengua tiene poder de vida y de muerte». Que este movimiento elija hablar de vida en los hogares, en los corazones y en el futuro de Embu.

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